"Escuché a Bowie: no entendí nada pero suena increíble" | Opinión: "Leto: Un verano de amor y rock"

Spotify, Apple Music, Deezer; CD, vinyl y cassette. Ticketmaster, Super Boletos, StubHub y eTicket. Este nuevo siglo ofrece una cantidad incalculable de posibilidades para conocer cualquier tipo de música: desde lo más independiente salido de El Caradura, hasta la estrella pop más exitosa del momento llenando múltiples funciones en colosos con capacidad de hasta 22 mil personas. 

Sin embargo, ¿qué pasaría si uno quisiera escuchar un single de su artista favorito tuviera que buscar a un contrabandista de discos? ¿Si durante un concierto, algún policía detuviera a un asistente por soltar un fuerte grito de alegría por la música que escucha? Pues ese escenario apocalíptico extraído de Footloose (Ross, 1984) existió, y se llamó Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), nación que sirve de escenario para la nueva película Kirill Serebrennikov (The Student, 2016; Playing the Victim, 2006): Leto: Un verano de amor y rock (Summer).

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Durante los inicios de los ochentas en la ciudad de Leningrado, la película muestra tanto la importancia del Rock Club de Leningrado, conocido por ser la única sede autorizada por el gobierno soviético para tocar rock en vivo; como la historia de formación del exitoso grupo de rock Kino, liderado por Viktor Tsoi (Teo Yoo), y bajo la tutela de Mike Naumenko (Roman Bilyk), miembro de Zoopark y esposo de Natalia Naumenko (Irina Starshenbaum), mujer cuyas memorias fueron inspiración para la cinta.

El filme presenta una historia sobre el ascenso en el mundo musical. No recae en el cliché de mostrar el despampanante éxito que obtienen los músicos, sino que explora los estragos internos que sufren losmúsicos, tanto por su deseo por escalar en la puesta en escena, como por su propia posición en el gremio y en la sociedad. 

Viktor y Mike son el punto medular de dos fuerzas dicotómicas, mas no antagónicas: el futuro y el pasado; el novato y el veterano. Mike, en su rol de Miyagi, no escatima en trazar el camino para los imberbes músicos, aunque eso implique sacrificar anhelos. Viktor, por el otro lado, es un chico apegado a los ideales inconformistas: es rebelde, creativo y talentosopero también lo domina la obsesión y la tozudez de su proceso artístico, pero es algo que aprende a lidiar gracias a su mentor.

La película, pese a la aparente complejidad de problemas que lidian los personajes, es en realidad una pieza monótona durante sus 126 minutos de duración. No hay un problema per se que enfrenten los personajes, pues estas son solucionadas de factoo, en su defecto, son resueltos de una forma pacífica por los mismos. Esta plenitud narrativa puede causar un desgaste en el espectador, pues no hay un algo que los acongoje directamente; su propio entorno es el enemigo, pero no son afectados en primer plano.

Empero, a pesar de esta falla, Leto funciona perfectamente por su uso de la música. Puede resultar un argumento obvio, pero el motivo musical va más allá del tratarse de la biopic de una agrupación. Este elemento es, por sí mismo, el motor que hace girar toda la cinta, es el tesoro más preciado que tienen los personajes, y el director aprovecha cada minuto para explotar ese cariño. Por ejemplo, con la propia filmación de la película al estilo cinema verité tanto con metraje en blanco y negro, como en 16mm a color, creando la sensación documentalista de bandas imperante en la época (Gimme Shelter, 1970).

Además, es a través de secuencias musicales que los personajes, influenciados por hitos de la música contestataria como los Sex Pistols, David Bowie, T-Rex y The Velvet Underground, se distinguen como un pequeño rebaño de ovejas negras que buscan diferenciarse de las demás. Las ovejas rojas del comunismo. 

La excentricidad de los números musicales inspirados en Broadway acompañados por ilustraciones a lo Scott Pilgrim (Wright, 2010), son la exteriorización del pensamiento rebelde que recorre el cuerpo de los personajes. La aparente tranquilidad a la que están forzados es quebrantada por la inminente entrada de la potente melodía, provocando una inevitable ola de emoción y euforia que hasta el mismo espectador sentirá.

El personaje escéptico (Aleksandr Kuznetsov) es quien mantiene la postura imparcial ante la crítica emitida por la contracultura soviética: cada momento en que aparece es para cuestionar al elenco restante respecto a la música que realizan, es un bufón cuya presencia es tanto beneficiosa como contraproducente para los demás personajes.

Asimismo, con su constante ruptura de la cuarta pared, es el puente conector entre el mundo de Leto y el real, pues el éxtasis creado por las secuencias musicales siempre terminará con su intervención, quien siempre recordará al espectador que todo es producto de la irrealidad (ya que algo así es inconcebible en un lugar como la URSS) y que, en consecuencia: “esto no sucedió”.


Leto: Un verano de amor y rock se estrena en limitados cines comercialesen la Cineteca Nacional, en el Cine Tonalá y en La Casa del Cine el 12 de julio.

— Daniel Maraz



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